12 d’agost 2017



Irán, la poesía como sinónimo de conciencia y persecución
Irán es uno de los pocos países del mundo que trata a sus poetas como celebridades (en vida) y cuyos recitales son tan multitudinarios como sería en España un concierto de pop.
Quizás, se debe a que el entendimiento social de la poesía es mucho más profundo: no se trata solo de belleza, es un instrumento de conciencia colectiva y de defensa de las libertades.

Esto se debe a muchas razones, pero todas principalmente de ámbito histórico. La poesía persa, de la que bebe directamente la actual creación iraní, cuenta con una tradición de más de once siglos de historia. En sus comienzos los poetas se relacionaban con emires y personalidades relevantes de la época y no estuvieron exentos de persecuciones en varias etapas. 
Pero la historia de la persecución a los poetas en Irán forma parte del imaginario más reciente. Sin ir más lejos el Ayatollah Jamenei secuestró al poeta revolucionario Ruhollah Khomeini y lo ejecutó. Otros fueron encarcelados como es el caso de los artistas Mirzadeh Eshgi y Farrokhi Yazdi. 
Una historia de persecución y también de censura. Pues muchos de los poetas que lograban escapar de las cárceles y las ejecuciones veían sus trabajos sometidos a la censura del gobierno, que no permitía que sus libros se publicasen. 
Como ya hemos adelantado, Ruhollah Khomeini fue uno de los grandes perseguidores de poetas nacionales durante su mandato, obligando al exilio a creadores tan populares como Nader Naderpour, Esmail Khoi, Yadallah Royoi, Reza Baraheni y Muhammad Jalali o Hushang Ebtehaj. 
Por eso podemos entender a día de hoy su importancia y su fuerte simbolismo. Pues incluso en la actualidad siguen siendo perseguidos de diferentes formas. Irán país de contrastes, que ama a sus poetas y políticamente sigue repudiando las bellas artes.

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