Cómo educar niños
optimistas en tiempos pesimistas
que sepan sobreponerse ante la
adversidad
25 OCT 2018
"Un pesimista es solo
un optimista bien informado",
escribió Mario Benedetti en su libro Rincón de Haikus (1999). Esta afirmación hoy
en día parece estar refutada por diferentes estudios que concluyen que las
personas optimistas emprenden con más éxito, se sobreponen antes a la adversidad y tienen
hasta mejor salud y mayor esperanza de vida.
El optimismo, según el diccionario
de la Real Academia Española, es la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto
más favorable. Algo que
para KJ
Dell'Antonia, escritora de How to be a happier parent (cómo ser un padre más
feliz), es una característica fundamental para formar y consolidar una familia
feliz.
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Las personas que rigen su vida de
esta forma, dice Dell'Antonia, "tienden a crecerse ante los desafíos, a
valorar las oportunidades, a la vez que creen en sí mismas a la hora de dominar
una situación. Su esperanzadora idea de futuro les hace tener siempre una
actitud resiliente y sacar el máximo provecho de todo".
Enseñar a ser
optimistas a pesar de los problemas del entorno
Aunque nadie se atreve a afirmar
si el optimista nace o se hace, los psicólogos coinciden en que es una actitud que se puede fomentar desde la
infancia. Pero algo
que puede parecer sencillo en la teoría, en la vida real no lo es tanto, sobre
todo cuando el presente se ha convertido en sinónimo de incertidumbre: en
España, por ejemplo, la
precariedad laboral ha aumentado significativamente en los últimos años, los precios de los
alquileres han subido una media del 16,08% en el último año y los bajos salarios impiden
a los jóvenes el acceso a la vivienda. Por no hablar de los grandes desafíos a
nivel global como el cambio climático o el auge
de partidos xenófobos.
"Los problemas no van a
desaparecer, pero la forma en la que los afrontamos hará que nos quedemos
estancados o que podamos avanzar adaptándonos a las circunstancias [o luchando
contra ellas], aunque sea despacio", afirma Bárbara Zapico, psicóloga
infantil. Lo fundamental para hacerlo, indica, "es la paciencia y no
pensar que todo se va a resolver ya". Y continúa: "El optimismo está relacionado con la
superación de uno mismo".
El juego como
forma de aprender a fracasar
Uno de los principales retos a la
hora de educar en el optimismo es enseñar que el
fracaso es algo que forma parte del día a día. "A los niños les cuesta mucho entenderlo", explica la psicóloga
infantil, que recuerda frases que ha escuchado en su consulta como: "Para
qué voy a jugar el partido si voy a perder", "no merece la pena que
estudie, si voy a suspender", "no quiero jugar a esto porque me van a
ganar".
El error que comenten algunos
padres está en utilizar el chantaje ("si haces esto, te compro tal
cosa") y en no dedicar el tiempo suficiente a los más pequeños. A pesar de
las largas jornadas laborales, es necesario que los padres encuentren momentos
para cosas tan simples como el juego, indica la psicóloga: "Con frecuencia
nos encontramos con familias que no quieren jugar, porque no les gusta o les
supone mucho trabajo". Sin embargo, el juego es una forma de enseñar a los
niños a poner las cosas en perspectiva: a veces se gana y otras se
pierde.
Ser exigente
no implica ser estricto
También es importante ayudarles a
trabajar la seguridad en sí mismos porque la motivación solo aparece con la
autoconfianza. "Es muy importante lo que expresamos, decirles que les apoyamos y que estamos
con ellos, con independencia de cómo les salgan las cosas", explica Zapico.
Esto no quiere decir que no se
deba ser exigente. Al contrario, "es bueno poner normas y límites, pero no lo debemos confundir con ser
estrictos, como los
casos de familias que impiden a sus hijos decidir sobre su futuro. Padres y
madres que imponen la profesión que deben tener sus hijos, por ejemplo. Lo
fundamental es lidiar con los extremos", aclara la psicóloga, que indica
que coartar la libertad de los niños puede hacerlos más pesimistas.
Y de nuevo,
racionalizar el uso de internet
Si la autoconfianza es fundamental
para desarrollar una mente optimista, todo aquello que la merme puede suponer
un problema. Un ejemplo son las redes sociales, sobre todo Instagram. A pesar
de que, según el último análisis sobre usuarios y tendencias en las redes
sociales, realizado por We Are Social y Hootsuite, revela que los
menores de entre 13 y 17 años solo representan el 7,6% de los usuarios de esta plataforma,
distintos estudios señalan a Instagram como la peor
red para la salud mental de los adolescentes: puede derivar
en depresión, en trastornos del sueño, en una autopercepción
negativa de la imagen propia y en episodios de tristeza profunda.
La psicóloga asegura que en su
consulta ve estos efectos en los niños: "Es una herramienta donde todo lo
que se muestra es fantástico siempre y el pesimismo está muy relacionado con no
poder ser perfecto". No se trata de prohibirlo, sino de que "cada
familia valore la influencia del uso de internet en sus hijos", añade.
La
sobreprotección puede generar miedos y conflictos
Tampoco se trata de llegar a la
sobreprotección, "un mal que ha triplicado la demanda de los servicios de
psicología infantil para niños y que guarda relación con el pesimismo porque significa dar todo
menos libertad", asegura la psicóloga.
Los ejemplos de esta actitud por
parte de los padres son muchos y variados: familias que cuestionan a los
profesores de sus hijos, padres que piden cambios en el menú del colegio en
función de los gustos de los más pequeños, niños que solo salen a la calle con
una aplicación de geolocalización encendida... Muchos de ellos están basados en
temores y miedos que, afirma la psicóloga, no es bueno transmitir a los hijos
porque "pueden generar conflictos a posteriori".
Al contrario, es fundamental la
comunicación: "Desde preguntarles por sus problemas hasta darles la
confianza para que puedan solucionarlos", indica Zapico. La psicóloga
recomienda mantener una relación fluida en la que los padres sepan abrirse y
contar a sus hijos cosas que les entristecen para normalizarlas.
Y no se trata de comunicarse como
en los populares
mensajes motivacionales de cuadernos, tazas y fundas de móviles, un planteamiento donde emociones
como la ira, el llanto o el enfado son percibidas como negativas. "Hay que
dejarlos que lloren y que expresen sus emociones. Aprender a hacerlo es necesario para
después estar mejor", apunta Zapico.
Los tiempos
actuales no son solo pesimistas
Mientras, los adultos no debemos
perder de vista la teoría de Steven Pinker, catedrático de Psicología cognitiva
en Harvard. En su último libro En defensa de la Ilustración: por la razón, la
ciencia, el humanismo y el progreso afirma que la vida
no ha parado de mejorar en los últimos 200 años: nunca ha habido índices de
esperanza de vida tan altos como los actuales, ni tal descenso de las
enfermedades mortales, por ejemplo.
Font:
El PAÍS
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