Martin Seligman, padre de la psicología positiva, director del centro Penn
Tengo 73 años. Nací en Nueva York y vivo en Filadelfia. Casado, 7 hijos y 4
nietos. Doctor en Psicología Experimental y en Humanidades. Soy centrista. Creo
que Dios llega al final y no al principio, a muy largo plazo nosotros crearemos
a Dios. Desapareces cuando ya nadie se acuerda de ti.
Qué le llevó a estudiar las fortalezas humanas?
Cuando me nombraron presidente de la Asociación Americana de Psicología me
propuse hacer bien mi trabajo y me dediqué a preguntar por el mundo qué
hacíamos bien y qué hacíamos mal los psicólogos.
Eso es curioso, humilde e inteligente.
Descubrí que investigar y tratar los aspectos negativos y patológicos del
ser humano (la ansiedad, el estrés, la depresión, el suicidio, las
adicciones...) sabemos hacerlo muy bien; pero nadie se ocupaba de los aspectos
positivos, de manera que la psicología no explicaba a la gente cómo llevar una
buena vida.
De eso se encargaron algunos filósofos.
...Y no se trata de mostrar a la gente cómo no estar deprimido, no
enfadarse o no tener ansiedad, sino de enseñarle a ser feliz. Me propuse
estudiar las bases del bienestar psicológico y de la felicidad; y las
fortalezas y virtudes humanas, todo dentro del marco de la ciencia.
¿A qué conclusiones ha llegado?
Que las emociones positivas, la calidad de las relaciones, en definitiva,
la felicidad, se pueden medir y se pueden enseñar.
Pero uno tiene su carácter.
Se puede cambiar. Yo era un pesimista depresivo y he aprendido a ser
optimista y alegre.
Pues cuénteme cómo.
Si analizamos las estadísticas de violencia, riqueza real, sanidad,
educación, no hemos hecho más que progresar. La queja sobre el mundo en el que
vivimos hay que repensarla, y en la vida personal hay que cambiar de actitud.
Sin señalar lo negativo, ¿cómo lo mejoras?
Supongamos que identificando los aspectos negativos de un paciente la
psicoterapia consigue sacarlo de su pozo (lo que sólo ocurre en el 65% de los
casos), es decir, que pase de menos diez a cero; pero así no se consigue que
sea feliz.
Eso es mucho pedir.
Las habilidades (optimismo, templanza, coraje, humanidad, autoestima,
gratitud...) están por encima de cero. Potenciar nuestras fortalezas es una
forma de potenciar el bienestar.
¿Cómo lo hizo usted?
Durante veinte años investigué el pesimismo. Pero personalmente, cuando me
sorprendía pensando de manera negativa, reconocía esos pensamientos pesimistas
y buscaba argumentos realistas que los desmontaran.
¿Hay que discutir con uno mismo?
Sí, hasta desmontar la negatividad. Luego, para alcanzar el bienestar, hay
que centrarse en cómo potenciar y desarrollar aquellas áreas en las que eres
bueno en lugar de dedicarte a la prevención de lo problemático.
Aplíquelo, por ejemplo, a la depresión.
Las investigaciones demuestran excelentes resultados con la estimulación de
emociones positivas como la alegría, la esperanza o la ilusión.
¿Hay pruebas científicas?
Muchísimas. Hemos demostrado que esas fortalezas humanas que se pueden
aprender son eficaces barreras del trastorno mental. Y los estudios muestran
que el optimismo tiene un efecto directo sobre nuestra respuesta inmune.
Deme un ejemplo.
En EE.UU. hemos medido condado a condado el pesimismo, la infelicidad y el
aburrimiento; y resultan ser predictores mucho más eficaces de los infartos que
la etnia, los ingresos, la educación, el sedentarismo o la obesidad.
Increíble.
Preocupados por la alta tasa de estrés postraumático en el ejército
norteamericano (5%), me encargaron un estudio y un plan de choque. Y de nuevo
el principal predictor no resultó ser la intensidad o crudeza del combate, es
decir, el trauma en sí, sino el hecho de ser una persona catastrofista, que
aumenta un 30% el riesgo de tener estrés postraumático.
Deme una pequeña herramienta.
Hay 24 virtudes que trabajar, pero, por ejemplo, en las relaciones es
fundamental pasar de una actitud constructiva pasiva (“¡Felicidades por tu
discurso!”) a la constructiva activa (“¿En qué momento te aplaudieron?”, ¿Qué
dijiste?”, “¿Qué fue lo más emocionante?”...).
Eso sí es empatía.
La psicología siempre ha considerado que los motivos de la tristeza, la
depresión o la ansiedad venían de fuera, pero hoy sabemos que dependen de lo
que tú piensas sobre lo que te ha acontecido, eso es lo que genera el
sentimiento.
Una cosa es lo que pasa fuera y te afecta, y otra, la falta de autoestima.
Es el mismo proceso, por eso en muchas escuelas de Estados Unidos enseñamos
a los niños las habilidades del optimismo y hacemos un seguimiento en la
pubertad, así hemos conseguido reducir a la mitad la tasa de depresiones.
¿Todo pasa por el raciocinio?
Yo trabajo sobre las estructuras cerebrales, ¡y estamos haciendo avances
increíbles en neurociencias! Dentro de un mes se publicará un avance
importantísimo sobre la indefensión aprendida (la sensación subjetiva de que no
podemos hacer nada ante una situación). Steve Miller ha encontrado los
circuitos cerebrales que la activan y desactivan. Yo los llamo los circuitos de
la esperanza, podremos desactivar la depresión.
¿Cuáles son los elementos esenciales que pueden elevar el grado de
felicidad?
Aumentar las relaciones y las emociones positivas, el compromiso (poner en
práctica las fortalezas personales), el sentido y el logro (establecer metas
que nos motiven a conseguirlas).
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