01 de novembre 2017



JUEVES, 27 DE JULIO DE 2017


Notas acerca de la animación lectora, por Verónica Uribe

Hace ya varios años, una institución en la que yo trabajaba (y a la 
que siempre estaré vinculada) acuñó como logo de su labor de
 promoción de la lectura la frase:
LEER ES UN PLACER
Se hicieron afiches, muchas actividades alrededor de esta idea
 e incluso unos spots por televisión, en lo que constituyó una
 campaña por la lectura inédita hasta entonces en el país. 
Los resultados fueron muy positivos y hasta ahora ese logo 
identifica al Banco del Libro de Venezuela.
Un tiempo después de la campaña una compañera de trabajo
 viajó a un congreso internacional en donde Graciela Montes daba 
una conferencia. Y la conferencia trataba justamente de esto: 
el “placer” de leer.
Pero no para sumarse al “placer de leer”, sino para escrutarlo y contradecirlo.
 Decía Graciela Montes que ella siempre sospechaba de estas frases que se 
acuñaban, que eran pegajosas, que se hacían populares y de tanto decirlas 
quedaban vacías de contenido.
Pero esto no era todo. No se trataba de algo que hubiese tenido un valor
 inicialmente y lo hubiese perdido a costa de tanto manosearse. No, ella
 dudaba del concepto en sí mismo.
Graciela Montes dice así:
“Con ‘el placer de leer’ vienen siempre (asociadas) la comodidad, 
la facilidad, la diversión, el humor, el buen humor… que muy pero 
muy a menudo derivan en comodidad física. El símbolo ha sido, 
ya se sabe, los almohadones, lo blando”.
Y luego:
“¿Quién dijo que leer es fácil? ¿Quién dijo que leer es contentura siempre 
y no riesgo y esfuerzo? Precisamente porque no es fácil, es que convertirse
 en lector resulta una conquista”. (1)
Bueno, después del primer remezón, de entender que Graciela Montes,
 la gran especialista argentina, no estaba de acuerdo con aquello de 
“Leer es un Placer”, nos dimos cuenta de que no eran tan grandes las 
diferencias de su planteamiento con nuestro punto de vista. Porque no 
estábamos diciendo que el placer de leer fuera del tipo facilista y blandengue, 
sino intenso y especial. Y también coincidíamos con ella en que el camino 
del placer no es igual de suave para todos. Para algunos es difícil, 
para algunos implica un esfuerzo.
Y tal vez, entonces, sea necesario mostrar el camino.
Y aquí, creo, entramos en el territorio que se ha dado en llamar 
animación a la lectura.
Para algunas personas, niños y grandes, ese primer gesto de abrir
 un libro, de encontrar la paz y el estado de ánimo que desbroce el 
camino hacia la lectura, es complicado. No hay el tiempo, no hay la paz
 para hacerlo. Muchas veces, ni siquiera están los libros.
Pero supongamos que sí están los libros, el tiempo y la paz. 
Hay otro punto importante. Es ese paso necesario que hay que dar para
 entrar en el mundo de la ficción, para salir de este mundo duro y áspero,
 y entrar al mundo que nos ofrece el libro. Entonces es necesario, no 
solamente que el lector tenga habilidades, tenga el don de dejarse 
seducir por la palabra escrita, sino que el autor tiene que tener el talento
 del seductor para hacernos entrar en ese estado de suspensión de la 
incredulidad que es el estado que ofrece la mejor literatura.
Entonces, ¿cómo llegar al placer de leer?

1.Mostrar el camino

Creo que la animación a la lectura debe ser eso, una señal, un gesto 
que muestra el camino hacia los libros y hacia la biblioteca. Algo modesto,
 “quitado de bulla”, que dice simplemente: aquí hay algo interesante, descúbrelo.
Ya se ha dicho muchas veces que la animación a la lectura no debe ser 
agitación a la lectura. Alrededor del libro para niños (no del libro para 
adultos) se realizan actividades recreativas de todo tipo: pintura, escritura, 
dibujo, teatro, competencias. Y se hacen con mucho ánimo y buena fe 
porque son lo opuesto a las actividades de control y evaluación que se
 hacían y todavía se hacen con la lectura obligatoria. Y también 
despojaban a la lectura de esa solemnidad con la que solía revestírsela.
Pero muchos se han preguntado: ¿Todas estas actividades recreativas 
no indican lo mismo? ¿Que como el libro no es suficientemente 
entretenido, es solemne y aburrido, tenemos que adornarlo? Algo así 
como envolver el remedio en caramelos para no sentir su sabor.
Creo que la animación a la lectura debe tener al libro como centro 
y final. Y me parece que la mejor animación es mostrar el libro y 
demostrar la lectura. Es decir, compartir la lectura. Leer y comentar. 
Recomendar. Leer en voz alta. Narrar. Conversar de libros y de 
literatura. Abrir espacios de silencio y de paz para realizar esa actividad
 solitaria, silenciosa e introvertida que es la lectura.
Michèle Petit, en su libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y a la lectura
lo dice de manera muy hermosa:
“… muchos temen que en medio del mundo ruidoso, ya nadie se acuerde
 de ese territorio de la intimidad que es la lectura, de esa libertad y de 
esa soledad, que, por lo demás, siempre han asustado al ser humano”. (2) 
En segundo lugar, creo que para mostrar el camino de la lectura hay que:

2. Seleccionar bien e involucrarse personalmente

Para que leer sea un placer, los libros tienen que valer la pena. Esa 
pequeña pena o gran pena (depende del lector) que implica cruzar el 
umbral de la ficción.
Todos sabemos que se publican demasiados libros, sabemos que año 
a año se venden millones de libros, pero esto no significa que aumente el
 número de libros que se leen. Hay una gran responsabilidad de los editores 
en este hecho. El mundo editorial ha cambiado enormemente en los últimos
 treinta años y es difícil encontrar ahora –aunque existen, afortunadamente– 
editores que se hagan responsables de su trabajo y que tengan un proyecto 
cultural por delante, y no solamente un proyecto comercial.
Frente a esta oferta inmensa, es muy importante una buena selección a fin 
de ofrecer a los niños y jóvenes la literatura de la mejor calidad. Hay 
personas e instituciones que hacen selección de manera permanente. Pero
 la mejor manera de llegar a seleccionar con acierto es leyendo mucho, 
leyendo todo y aprendiendo a escuchar la opinión de los lectores.
Leyendo los libros infantiles y juveniles, y leyéndolos como si estuvieran 
destinados a nosotros mismos. No es que nosotros, los grandes, 
leemos por obligación y elegimos para esos otros, los pequeños. No. 
Tenemos que decir, este sí, este no, confiando en nuestro gusto de lectores.
Y luego, es necesario transmitir esta preferencia con verdadero entusiasmo.
 Todos hemos tenido la experiencia de algún profesor, amigo o pariente 
que alguna vez nos recomendó emocionadamente algún libro. Yo tuve,
 en lo que entonces se llamaba quinto año de humanidades, una profesora 
recién salida del Pedagógico que nos recitaba a Garcilaso de la Vega con
 lágrimas en los ojos. Olvidé su nombre, pero todavía recuerdo su sonrisa, 
su voz y la enorme emoción que nos transmitía por la literatura.
Lo que quiero decir es que si nosotros no nos involucramos personalmente
 en los libros, difícilmente podremos transmitir emoción por ellos.
Pero también tenemos que saber escuchar a los lectores y aprender de 
sus gustos. ¿Por qué el éxito de Harry Potter? Porque después de mucha 
literatura realista, tenemos una fantasía bien construida, verosímil, a 
la que los lectores entran, suspendiendo fácilmente su incredulidad. 
Además, un mundo ficcional en el que todos los adultos aburridos 
quedan descalificados y fuera del mundo entretenido y excitante de los 
magos, los elegidos. Una fantasía en donde los padres no están, ¡qué 
maravilla! En que los niños se valen por sí mismos y son capaces 
de grandes hazañas. 
En tercer lugar, creo que para hacer lectores es importante tomar 
en cuenta la diversidad.

3. Tres tercios

Pocas veces se da el fenómeno de libros que gusten a todo el mundo, 
o a una inmensa mayoría, como el caso de Harry Potter. Y a mí me parece 
que esto es una fortuna. Porque no todas las personas ni todos los 
lectores son iguales, menos mal. La maravilla de los libros y de las bibliotecas
 está en su variedad, en que pueden ofrecer a cada uno de los lectores 
el camino hacia el libro que realmente lo satisface en ese momento de su vida.
Pero también hay que considerar que tal vez no todos los niños que 
visitan una biblioteca o que abren un libro lleguen a ser lectores. Esto es algo
 que me han comentado bibliotecarios y profesores de mucha experiencia: 
que hay ciertos niños que aunque estén rodeados de libros, que aunque sus
 padres y hermanos lean, que aunque reciban todos los estímulos posibles, 
no llegan a transformarse en lectores.
Un especialista alemán en lectura me contó, a propósito de esto mismo, 
que la institución que él dirigía había realizado una investigación sobre 
población alfabetizada en diferentes países industrializados y que se había
 llegado a la siguiente conclusión: que la población se dividía en tres 
partes casi iguales. Un tercio que eran lectores habituales y que leían preferentemente
 ficción; otro tercio que eran lectores instrumentales, 
es decir, leían para informarse, y otro tercio que simplemente no leía sino 
lo que era indispensable para manejarse en la rutina cotidiana:
 letreros de señalización, instrucciones sencillas. (3)
Yo no sé si esto es completamente cierto. El alemán al que me refiero no 
se parecía en nada al estereotipo de alemán que tenemos en la cabeza:
 era un hombre pícaro, fantasioso y algo deschavetado. En todo caso, 
puede que sea cierto que no todos los niños llegarán a ser lectores, 
pero como no podemos saberlo de antemano, es decir, quién será lector 
y quién no, hay que hacer los mejores esfuerzos para que todos 
tengan la oportunidad de transformarse en lectores, de compartir el placer 
de leer, de ser viajeros de la lectura.
Como dice Michel de Certeau:
“Los lectores son viajeros, circulan sobre las tierras de otra gente, 
nómadas que cazan furtivamente en los campos que no han escrito”. (4)  

Notas:
MONTES, Graciela. El placer de leer: otra vuelta de tuerca. En: La frontera indómita, 
en torno a la construcción y defensa del espacio poético. Fondo de Cultura Económica. 
México: 1999.
PETIT, Michèle. Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. Fondo de Cultura Económica. 
México: 1999.
El especialista se llama Rolf Zitzlsperger.
CERTEAU, Michel. Lire: un braconnage. En L´ínvention du quotidienParis, 1980. Citado por Michèle Petit, op cit.

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