Caligrafías
Cuando
la fantasía desaparece, la realidad tiende a ocupar su espacio
Juan José MillÁs EL PAÏS 29. 10. 2017
Leo aquí y allá que se afianza la tendencia
consistente en dulcificar los cuentos infantiles de toda la vida para que los
niños no se traumaticen con las desventuras de Hansel y Gretel o de Caperucita
Roja, por poner dos ejemplos. Así, mientras la ficción se sosiega, la realidad
se destempla. Vean: cuatro críos de cinco, siete, nueve y catorce años
convivieron durante varios días con los cadáveres de su madre y de su pareja,
que se habían suicidado con fármacos en el dormitorio de la vivienda tras haber
sido expulsados paulatinamente por la maquinaria del sistema hacia sus
márgenes. Los niños, temerosos de caer en una pesadilla novelesca digna de
Stephen King si intentaban despertarlos, continuaron con sus rutinas sin
mencionar a nadie lo que ocurría en casa. El mayor se ocupaba del aseo de los
pequeños y los cuatro se iban cada día al colegio mientras los cadáveres se
descomponían y enfriaban sobre la cama. Ignoramos cómo afrontaban los pobres
huérfanos las clases de matemáticas o de caligrafía. No debe de ser fácil sumar
dos y dos o escribir con buena letra mi mamá me ama en tales circunstancias.
¿Y si dejáramos de retocar los cuentos infantiles
de toda la vida para aplicarnos a mejorar la realidad que comienza a imitarlos?
Después de todo, la ficción nos vacuna de los peligros de la existencia. Si
ningún niño pequeño ha sido tragado hasta ahora por una vaca y expulsado horas
más tarde por el culo del animal, confundido entre sus heces, ha sido sin duda
gracias a un cuento donde ya sucedía eso. Cuando la fantasía desaparece, la
realidad tiende a ocupar su espacio. Éranse una vez cuatro niños cuyos padres
se suicidaron en la habitación de al lado mientras ellos mismos se preparaban
el colacao en la cocina.
https://elpais.com/elpais/2017/09/28/opinion/1506612620_347254.html
https://elpais.com/elpais/2017/09/28/opinion/1506612620_347254.html