“¡Oh, Capitán, mi
Capitán!” Con este celebre verso dedicado a Lincoln muchas personas de mi
generación escuchamos por primera vez el nombre de Walt Whitman (1819-1892).
Seguramente conocimos al más grande poeta norteamericano gracias a la
inolvidable película “El club de los poetas muertos”, prácticamente un homenaje
al amor por la vida que el mismo poeta expresó durante toda su existencia.
Hasta la fecha solo había leído sus poemas
sueltos, encontrándolos por la red, adornados de imágenes inspiradores. Pero
recientemente he disfrutado como una enana con sus “Hojas de Hierba”. Su LIBRO, su obra maestra. Una
colección de poemas que fue corrigiendo a lo largo de su vida. El mismo Whitman
publicó 9 ediciones, pero existe una décima edición póstuma. De la primera a la
última hay una gran diferencia: la primera recoge doce poemas y la última reúne
más de cuatrocientos. Sin embargo, en todas ellas se desprende su filosofía
respecto a la vida y a la humanidad. El libro sufrió muchas críticas por el
contenido sexual explícito de algunos de los versos, pero Whitman nunca
consintió modificarlos o censurarlos como muchas veces se le aconsejó.
Al leerlos he tenido la sensación de leer
poesía moderna con doscientos años de antigüedad. Sus ideas, sus pensamientos,
sus propuestas de vida, son tan actuales y necesarias como lo eran en su época.
El mundo podrá haber cambiado en todo este tiempo pero la esencia del ser
humano, las cosas que nos preocupan, la búsqueda del amor y de la felicidad,
sigue siendo los mismos aspectos que nos inquietan y nos inquietarán a lo largo
de la Historia.
Gracias al libro “Crónica de mí mismo” es
posible conocer al Whitman “terrenal” mediante sus propias cartas. En él
se recogen un centenar de epístolas de las casi tres mil que el poeta escribió
y que hasta la edición de “Crónica de mí mismo” estaban inéditas en castellano.
W.W. en su correspondencia se muestra como un ser humano “común”, lleno de
generosidad y preocupación por las personas a las que quería, interesado e
involucrado en la política y la situación de su país. Yo he descubierto a un
HOMBRE BUENO. Whitman pasó varios años durante la Guerra de Secesión
colaborando como voluntario en los hospitales. Allí pasaba horas enteras
acompañando y colaborando en los cuidados de los jóvenes soldados heridos,
muchos de los cuales se convirtieron en grandes amigos para el resto de su
vida. El poeta, cuando los soldados fallecían, escribía a sus familias
hablándoles de los últimos días de sus hijos intentando consolarles. Uno de los
soldados que conoció en aquella época, Lewis K. Brown, respondió a una de las
cartas de W.W. de esta manera: “No hay vez que no piense en ti que mi corazón no
se alegre de haber tenido la oportunidad de conocer a alguien tan bueno”.
En sus cartas, por otra parte, se observa
como Whitman disfrutaba poderosamente de las pequeñas cosas: sus paseos en
ómnibus simplemente para observar la ciudad, el disfrute de los amaneceres o
las noches: “Las noches son a veces un auténtico milagro de
nitidez y pureza, con ese aire seco y vigorizador que se respira”,
escribe. El poeta reclama tanto a sus conocidos como a través de su
poesía la importancia de disfrutar de las pequeñas cosas de la existencia y de
vivir el momento, de disfrutar el presente. A uno de sus grandes amigos le
aconsejaba: “La tristeza reside en uno mismo y no depende del
exterior. La vida es como el tiempo, tienes que aceptarla tal como venga y
puedes hacer que vaya bien sólo con proponértelo”. Esto lo escribió un hombre sin
estudios de psicología o filosofía, simplemente un ser humano que supo detectar
mejor que muchos los “misterios” que la vida nos impone.
Como ejemplo de su filosofía y sus
ideales, nos legó uno de los versos más hermosos jamás escritos: el poema “La
sociedad de los poetas muertos” o también llamado “No te detengas” del cual os
dejamos un fragmento.
No dejes que termine el día sin haber
crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado
tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento. (…)
No abandones las ansias de hacer de tu
vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las
poesías
sí pueden cambiar el mundo. (…)
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre. (…)
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas
cosas,
pero no podemos remar en contra de
nosotros mismos. (…)
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos
precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”
No permitas que la vida te pase a ti sin
que la vivas.
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