Psiconálisis de los cuentos de hadas Barcelona: Críica, 1977
Actualmente, como en otros tiempos, la tarea más
importante y, al mismo
tiempo, la más difícil en la educación de un niño es
la de ayudarle a
encontrar sentido en la vida. Se necesitan numerosas experiencias durante
el crecimiento Para alcanzar este sentido. El niño, mientras se desarrolla,
debe aprender, paso a paso, a comprenderse mejor; así se hace más capaz
de comprender a los otros y de relacionarse con ellos de un modo
mutuamente satisfactorio y lleno de significado.
encontrar sentido en la vida. Se necesitan numerosas experiencias durante
el crecimiento Para alcanzar este sentido. El niño, mientras se desarrolla,
debe aprender, paso a paso, a comprenderse mejor; así se hace más capaz
de comprender a los otros y de relacionarse con ellos de un modo
mutuamente satisfactorio y lleno de significado.
Para alcanzar un sentido más profundo, hay que ser
capaz de trascender
los estrechos límites de la existencia centrada en
uno mismo, y creer que
uno puede hacer una importante contribución a la vida; si no ahora, en
el futuro.
uno puede hacer una importante contribución a la vida; si no ahora, en
el futuro.
El niño encuentra este tipo de significado a través
de los cuentos de hadas.
Pero mi interés en los cuentos de hadas no es el
resultado de este análisis
técnico de sus valores. Por el contrario, es la
consecuencia de preguntarme
por qué, en mi experiencia, los niños —tanto normales como anormales,
y a cualquier nivel de inteligencia— encuentran más satisfacción en los
cuentos de hadas que en otras historias infantiles.
por qué, en mi experiencia, los niños —tanto normales como anormales,
y a cualquier nivel de inteligencia— encuentran más satisfacción en los
cuentos de hadas que en otras historias infantiles.
Para poder dominar los problemas psicológicos del
crecimiento -superar
las frustraciones narcisistas, los conflictos
edípicos, las rivalidades fraternas;
renunciar a las dependencias de la infancia; obtener
un sentimiento de
identidad y de autovaloración, y un sentido de obligación moral—, el
niño necesita comprender lo que está ocurriendo en su yo consciente y
enfrentarse, también, con lo que sucede en su inconsciente.
identidad y de autovaloración, y un sentido de obligación moral—, el
niño necesita comprender lo que está ocurriendo en su yo consciente y
enfrentarse, también, con lo que sucede en su inconsciente.
Hoy en día los niños no crecen ya dentro de los
límites de seguridad que
ofrece una extensa familia o una comunidad
perfectamente integrada.
Por ello es importante, incluso más que en la época en que se inventaron
los cuentos de hadas, proporcionar al niño actual imágenes de héroes que
deben surgir al mundo real por sí mismos y que, aun ignorando
originalmente las cosas fundamentales, encuentren en el mundo un
lugar seguro, siguiendo su camino con una profunda confianza interior.
Por ello es importante, incluso más que en la época en que se inventaron
los cuentos de hadas, proporcionar al niño actual imágenes de héroes que
deben surgir al mundo real por sí mismos y que, aun ignorando
originalmente las cosas fundamentales, encuentren en el mundo un
lugar seguro, siguiendo su camino con una profunda confianza interior.
El cuento de hadas: un arte único
El placer que experimentamos cuando nos permitimos
reaccionar ante un
cuento, el encanto que sentimos, no procede del
significado psicológico del mismo
(aunque siempre contribuye a ello), sino de su
calidad literaria; el cuento es en sí
una obra de arte, y no lograría ese impacto
psicológico en el niño si no fuera, ante
todo, eso: una obra de arte.
Sin embargo, debemos anotar una limitación
especialmente importante: el
verdadero significado e impacto de un cuento de
hadas puede apreciarse, igual que
puede experimentarse su encanto, sólo a partir de la
historia en su forma original.
La descripción de los personajes significativos de
un cuento da muy poca idea de lo
que éste es en realidad, al igual que ocurre con la
apreciación de un poema al
escuchar el desenlace del mismo.
El cuento es terapéutico porque el paciente
encuentra sus propias soluciones
mediante la contemplación de lo que la historia
parece aludir sobre él mismo
y sobre sus conflictos internos, en aque momento de
su vida.
Normalmente el contenido de la historia elegida no
tiene nada que ver con la
vida externa del paciente, pero sí con sus problemas
internos, que parecen
incomprensibles y, por lo tanto, insolubles. El
cuento no se refiere de modo
plausible al mundo externo, aunque empiece de manera
realista e invente
personajes cotidianos. La naturaleza irreal de estas
historias (a la que ponen
objeciones los que tienden exageradamente al
racionalismo) es un mecanismo
importante, ya que pone de manifiesto que el cuento
de hadas no está interesado
en una información útil acerca del mundo externo,
sino en los procesos internos
que tienen lugar en el individuo.
Esta observación revela el origen de la aversión de
los adultos a contar
cuentos de hadas: no nos sentimos a gusto con la
idea de que a veces parezcamos
gigantes amenazadores a los ojos de nuestros hijos.
Por otra parte, tampoco
queremos aceptar que piensen que resulta muy fácil
engañarnos, o hacernos hacer
el ridículo, y tampoco nos gusta que se sientan complacidos
ante esta idea. Pero
tanto si les contamos cuentos como si no, les
parecemos, —como nos muestra el
ejemplo de este niño— gigantes egoístas que deseamos
conservar para nosotros
mismos todas las cosas maravillosas que nos
proporcionan poder. Los cuentos de
hadas mantienen en los niños la esperanza de que
algún día podrán aprovecharse
del gigante, es decir, podrán crecer hasta
convertirse en gigantes y alcanzar los
mismos poderes. Esta es «la gran esperanza que nos
hace hombres».†
Si nosotros, padres, contamos estos cuentos a
nuestros hijos, les
proporcionaremos un importante factor: la seguridad
de que aceptamos su juego
de pensar que pueden llegar a aprovecharse de estos
gigantes. En este caso, es
muy distinto que el niño lea la historia a que se la
cuenten, pues al leerla solo, el
niño puede pensar que únicamente un extraño —la
persona que escribió el cuento o
que preparó el libro— aprueba el hecho de engañar y
derribar a un gigante. Sin
embargo, si los padres le cuentan la historia, el
niño puede estar seguro de que
aprueban su fantástica venganza a la amenaza que
comporta el dominio del adulto.
La diferencia entre el mito y el cuento de hadas se
refleja en el hecho de
que el primero nos explica directamente que las dos
mujeres que se dirigen a
Hércules son el Placer Ocioso y la Virtud. Al igual
que los personajes de un cuento
de hadas, estas dos mujeres son la personificación
de las conflictivas tendencias
internas y los pensamientos del héroe. En éste se
las describe a ambas como
alternativas, aunque en realidad no lo sean; entre
el Placer Ocioso y la Virtud
debemos elegir esta última. En cambio, el cuento de
hadas no nos enfrenta nunca
tan directamente ni nos dice abiertamente qué hemos
de escoger. Por el contrario,
el cuento de hadas ayuda a los niños a desarrollar
el deseo de una consciencia
superior a través del contenido de la historia. Nos
convence por el atractivo
resultado de los sucesos, que nos tienta, y por el
llamamiento que hace a nuestra
imaginación.
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