Irán, la poesía como sinónimo de
conciencia y persecución
Irán es uno de los pocos países del mundo que
trata a sus poetas como celebridades (en vida) y cuyos recitales son tan
multitudinarios como sería en España un concierto de pop.
Quizás, se debe a que el entendimiento social
de la poesía es mucho más profundo: no se trata solo de belleza, es un
instrumento de conciencia colectiva y de defensa de las libertades.
Esto
se debe a muchas razones, pero todas principalmente de ámbito histórico. La
poesía persa, de la que bebe directamente la actual creación iraní, cuenta con
una tradición de más de once siglos de historia. En sus comienzos los poetas se
relacionaban con emires y personalidades relevantes de la época y no estuvieron
exentos de persecuciones en varias etapas.
Pero
la historia de la persecución a los poetas en Irán forma parte del imaginario
más reciente. Sin ir más lejos el Ayatollah Jamenei secuestró al poeta
revolucionario Ruhollah Khomeini y lo ejecutó. Otros fueron encarcelados
como es el caso de los artistas Mirzadeh Eshgi y Farrokhi Yazdi.
Una
historia de persecución y también de censura. Pues muchos de los poetas que
lograban escapar de las cárceles y las ejecuciones veían sus trabajos sometidos
a la censura del gobierno, que no permitía que sus libros se publicasen.
Como
ya hemos adelantado, Ruhollah Khomeini fue uno de los grandes
perseguidores de poetas nacionales durante su mandato, obligando al exilio a
creadores tan populares como Nader Naderpour, Esmail Khoi, Yadallah Royoi, Reza
Baraheni y Muhammad Jalali o Hushang Ebtehaj.
Por
eso podemos entender a día de hoy su importancia y su fuerte simbolismo. Pues
incluso en la actualidad siguen siendo perseguidos de diferentes formas. Irán
país de contrastes, que ama a sus poetas y políticamente sigue repudiando las
bellas artes.
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